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martes, 9 de febrero de 2021

La entrevista

 

Ese día se levantó muy temprano.  Aún no comenzaba el bullicio de las calles y él ya se bañaba.  Era una ocasión importante y lo ameritaba.  

Meticuloso como era, eligió cada detalle de su indumentaria, se peinó frente al espejo, dio brillo por enésima vez a los zapatos y salió, como cosa extraña, con un rumbo predeterminado.  

A las ocho en punto, estaba ya en la dirección que le habían indicado, listo y dispuesto para la entrevista. 

Mientras le preguntaba su nombre y el motivo de su visita, la recepcionista lo miró de pies a cabeza y eso le dio la sensación de que, aunque creía ir impecable, algo no andaba bien.


Siéntese un momento por favor, ya le van a atender.

Gracias — respondió mientras observaba a su alrededor.

El recinto era frío, descuidado, para nada acogedor.  El mobiliario de anticuado diseño y desgastado barniz, sin llamativo.  Había una lámpara en una esquina, pero estaba apagada.   El logotipo de la empresa, acaparaba el espacio en el cual él hubiera colocado un cuadro, ya fuera la réplica de alguno famoso o uno de los que conservaba en su casa de su etapa de pintor. 

domingo, 7 de febrero de 2021

Santo y seña

 

Muy de mañana se levantó y mas que otros días, el dolor de la espalda le hizo sentir el agobio de todos sus años. 

Le pesaban los pies.  Le dolían los huesos.

Y el alma, hontanar aquel de donde un día le manaran sueños y un ambicioso proyecto de vida, yacía en él —más que cansada— doblegada por el entorno banal en el que subsistía. 

Aun así, se acicaló y se vistió, como preparándose para acudir a un evento importante.  Porque según decía, amanecer vivo lo obligaba a vivir.  A entregarse pleno.  A insistir en aquella estrategia con la que burlaba a la muerte, que consistía en retomar sus tareas pendientes, iniciar algo nuevo y dejarlo inconcluso para tener el pretexto de volverse a despertar. 


Salió a la calle y entre vivaces pensamientos y un lento caminar, tras muchos pasos, se detuvo frente a una puerta de entallados primorosos, sobre cuyo dintel había un rótulo que en letras góticas decía: “Ábrete sésamo”.  La idea de ver en la entrada un halo de misterio, lo hizo detenerse, solemne como siempre, antes de meter la llave en la cerradura.

viernes, 5 de febrero de 2021

Claroscuro


Luego del altercado con el policía que cuidaba el parque, quien cuando me vio entrar cámara en mano me detuvo, endilgándome ser un fotógrafo que ofrecía mis servicios por dinero.  Pude —ya aclarado que lo mío era afición y no negocio— instalarme en un lugar en donde a mi parecer, tendría una panorámica de ensueño, pues todo en derredor era una obra de arte. 

Al poniente, un cielo radiante que suponía la antesala de un ocaso memorable, al oriente, un museo cuya fachada hacía dudar si entrar o detenerse a admirar en detalle, puertas, frisos, vitrales y esculturas.  Al norte, sobrevolado por infinidad de aves, un jardín esplendoroso poblado de bancas y columnas de mármol, en cuyos lados había tallados versos y rostros en relieve de sus autores.  


¡Ah! pero lo más espectacular era la calzada ancha y empedrada, que partía desde un arco y avanzaba como un cauce entre jacarandas, almendros y sauces, hasta llegar a una fuente asentada sobre un redondel, que se me antojaba un barco rodeado de sirenas navegando sobre un mar de flores, cuyo mástil comenzaba en la base y terminaba en un chorro de agua que hacía las veces de estandarte.  Luego la calle continuaba, no sin antes compartirse en dos ramales, uno a la derecha y el otro hacia la izquierda.

miércoles, 3 de febrero de 2021

Una historia de harte

 

Ese día muy temprano, lo llamaron de la Comisión Organizadora de Juegos Florales, para hacerle saber que había resultado ganador en la rama de cuento y que, de acuerdo a las bases del concurso, recibiría un premio en efectivo, una presea, un pergamino y la invitación a participar en un congreso, en el que tendría la oportunidad de codearse con escritores y poetas ganadores en ediciones anteriores.

Durante los días previos a la premiación, se mentalizó para enfrentar las situaciones que estaba por vivir.  Obsesivo como era, una y otra vez con paso firme, caminó hacia un proscenio imaginario, repitió lo que diría al recibir el reconocimiento, improvisó respuestas a preguntas que quizá le harían y frente a un espejo, refinó sus ademanes y hasta muy entrada la noche, profundizó en los temas que abordaría al conversar con sus ahora colegas.  No dejó detalle sin considerar, de tal manera que cuando llegó la fecha señalada, estaba más que listo para asumir su nueva condición de literato.


   3

Mucho antes de la hora estuvo allí.  Vestido con un traje oscuro y sin poder disimular su emoción.  Su lugar estaba reservado en la primera fila, hacia donde lo condujo una edecán cuya sonrisa a su parecer, iluminaba el teatro.