Llevo en mi ser un renuevo de esperanza,
Una llama de
amor que en la soledad me abrasa,
Que alumbra mis
noches mientras la tempestad pasa
Y nace la estrella que mi alma sueña que alcanza.
Es como una
huella a la intemperie en el camino,
Que, aunque la
cubra el otoño con hojas de olvido
O el polvo de
otros pies que vagan sin sentido,
El rastro es de un bello ideal que desafía al destino.
Como cuando de
las cenizas de una hoguera
Al soplo fugaz
de un viento libertario,
Dispersas cual
agobio de ominoso sudario
Surge fulgente el rescoldo del fuego que fuera.
Es como juntar
una a una las gotas de rocío
De cada flor
como de una pequeña fuente,
Y ver de ella
nacer un río y de ese río un torrente
Que se torna en brisa al caer en mortal salto al vacío.
Es entender que
volveré al punto de partida
Y que no es
cierta la brevedad de mi existencia,
Que aún allá en
la tumba sobrevivirá mi esencia
Hasta ese día en que despierte a una nueva vida.
Eso es lo que
al fin de la jornada me hace fuerte,
Lo que me insta a creer que mi causa no está perdida.
Que la
esperanza, la estrella y la huella inerte,
La tempestad
que pasa y mi alma estremecida,
Son los breves
destellos de la llama encendida
Que ha de ser sol radiante más allá de la muerte.
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