viernes, 5 de febrero de 2021

Siempre










Llevo en mi ser un renuevo de esperanza,

Una llama de amor que en la soledad me abrasa,

Que alumbra mis noches mientras la tempestad pasa

Y nace la estrella que mi alma sueña que alcanza.

Es como una huella a la intemperie en el camino,

Que, aunque la cubra el otoño con hojas de olvido

O el polvo de otros pies que vagan sin sentido,

El rastro es de un bello ideal que desafía al destino.

Como cuando de las cenizas de una hoguera

Al soplo fugaz de un viento libertario,

Dispersas cual agobio de ominoso sudario

Surge fulgente el rescoldo del fuego que fuera.

Es como juntar una a una las gotas de rocío

De cada flor como de una pequeña fuente,

Y ver de ella nacer un río y de ese río un torrente

Que se torna en brisa al caer en mortal salto al vacío.

Es entender que volveré al punto de partida

Y que no es cierta la brevedad de mi existencia,

Que aún allá en la tumba sobrevivirá mi esencia

Hasta ese día en que despierte a una nueva vida.

Eso es lo que al fin de la jornada me hace fuerte,

Lo que me insta a creer que mi causa no está perdida.

Que la esperanza, la estrella y la huella inerte,

La tempestad que pasa y mi alma estremecida,

Son los breves destellos de la llama encendida

Que ha de ser sol radiante más allá de la muerte. 

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